jueves, 28 de junio de 2007

Puertas

En la ciudad hay muchas puertas. Todas conducen a espacios diferentes. A realidades diferentes. Siempre me llamó la atención ese umbral.

Pasaje San Agustín


San José de Calasanz

Paso de los Andes

Bv. San Juan

Pasaje San Agustín

martes, 12 de junio de 2007

Circo

Circus Man, Nice France 1933
Lissete Model

El circo, Budapest - 1920
André Kertész

lunes, 11 de junio de 2007

Infancia

El agua del bebedero está fría y sucia. Me atrae su inmovilidad.
Me gustaría ver el fondo.
Siempre me gustó ver el fondo de las cosas llenas de agua, no se por qué.
Cuando era chico quería meterme adentro de un aljibe, pero nunca me animé. Siempre tuve la fantasía de que, si lo hacía, me iba a encontrar con un esqueleto acostado en el piso.
Debe ser por eso.
Ahora me metería en el bebedero, pero hace mucho frío y además la superficie está llena de musgo y hojas. Me ensuciaría al pedo.

Creo que va a llover. Al sur se está formando una línea de nubes oscuras, pero no estoy seguro, las tormentas de verano son impredecibles.
Cuando tenía 8 o 9 años solía subirme al tapial de mi patio a ver cómo se movían las nubes, entre los refucilos. Me gustaban las formas y los colores del cielo. Hasta que una noche que estaba de campamento, se desató un viento horrible y se me cayó la carpa.
Ahora le tengo miedo.

Desde el molino se debe ver mejor. Pero está muy alto, y el pasto seco es muy cómodo.

Qué cagada que no traje mas pucho, me queda el último.
Debería dejar de fumar.
Intenté un par de veces, pero no duré mucho tiempo. Soy un adicto...
Me acuerdo la primera vez que probé uno, tenía 15 o 16 años. Se lo había robado a mi hermano. Creo que era un Jockey, pero no estoy seguro. Me senté en el fondo del patio, en un ladrillo. Cuando lo terminé, me levanté y me caí al suelo.
Debería dejarlo.
Hoy puede ser un buen momento.
Bueno, fumo el último y dejo.

Qué mirada extraña tienen las vacas, siempre me llamó la atención. Te miran como si te conocieran de toda la vida. Mastican pasto y te clavan los ojos. Es una mirada perversa, a veces dan un poco de miedo.
Cuando era muy chico, me fascinaba la tranquilidad que tienen al caminar. De grande les empecé a tener más respeto.
Lo que pasa es que miran desafiantes, como si por dentro pensaran ¿y vos qué me miras? ¿Tenés algún problema?.
El rostro de una vaca sería una buena foto. Que lástima que no traje la cámara.
Igualmente no se si me atrevería a sacársela, tendría miedo de que se ofendiera, empezara a correrme y me asesinara.
Uno nunca sabe.
Tal vez nos observan de ese modo buscando nuestra debilidad, para algún día atacarnos.
Yo por las dudas, nunca las miro fijo.

Menos mal que le hice caso a Julia y me traje agua. No hay nada mejor que tomar agua del pico de la botella cuando uno tiene sed. Lástima que nunca puedo hacerlo con ella, porque se enoja. Dice que es mala educación y qué se yo.
A mi no me parece.
Además cuando tomo del pico, el agua parece más rica. El vaso, no sé..., es como si le sacara el gusto.

Las hormigas en el campo son más grandes.
Cuando era chico, me pasaba horas siguiéndolas. Las mataba con un autito rojo que me encantaba. O sino les sacaba las hojas que llevaban con un palito de madera. En el fondo esperaba que se revelaran contra mí, y que terminen organizando un batallón para hacerme mierda.
Afortunadamente nunca sucedió.
Hubiera sido muy traumático.
Qué bueno que estaba ese autito, ¿dónde mierda habrá quedado?
Me gustaría tenerlo para ayudar a cargar hojas a las hormigas.
O mejor no. Habría que ver.
Si lo reconocen y organizan el batallón, me puedo morir solo en el campo. Ahí adentro debe haber millones; no tendría como escapar. Además no sé que pasaría si alguien me encontrara en la tierra, boca abajo. Con un autito. En el medio del campo.

¿Y qué problema hay? Debo ser la única persona en 10 kilómetros la redonda.

Me gustaría tener mi autito rojo. ¿Dónde habrá quedado?.




El ombú

Era domingo y había sol. Luego del almuerzo del mediodía Diego le pidió a Antonio que lo llevase al campo así practicaba un poco con el auto. Partieron con la estanciera gris.

- ¡No seas tan ternero! - gritó Antonio a su nieto - ¡Despacito!. Anda despacito. La estanciera cruzaba los campos cercanos a Porteña, un pueblo pequeño fundado por piamonteses en el centro del país.
- A ver, pará, pará.
Diego hizo caso a su abuelo y frenó.
- Hace marcha atrás - dijo el abuelo.
La estanciera retrocedió unos metros y quedaron justo delante de una tranquera cerrada.
-Acá vivía yo - dijo Antonio. Abrió la puerta y descendió de la estanciera. Diego lo imitó.
-¿Adonde? - preguntó Diego.
-Acá - dijo Antonio señalando el camino y agregó - mirá, justo por donde pasa el camino estaba mi pieza.
- ¿En serio? - preguntó Diego.
Antonio asintió con la cabeza.
- ¿Y cuanto hace de esto?
- Y calculale unos... a ver, nos vinimos a trabajar acá cuando yo tenía 10 mas o menos. Estaba como presidente... Justo… mirá vos... y... nos fuimos al pueblo cuando murió mi padre, en el 44.
Diego hizo un gesto de desconcierto y girando se apoyó al alambrado.
- ¿Che nono y que hacías acá todo el día?
- Y me rascaba las pelotas… - respondió Antonio mirando hacia el horizonte. Giró hacia donde estaba su nieto y añadió - ¡Trabajaba! Ayudaba a mi padre, con mis hermanos.
- ¿Y tenías que laburar mucho? - pregunto Diego.
Antonio no contestó.
Diego no insistió, se quedó mirando las bostas de vaca, secas, que había en el potrero. Era el único nieto varón. Venía a Porteña con sus padres dos o tres fines de semana al año. Vivía en Buenos Aires. En Palermo. Hollywood.
- ¿Hasta que edad viviste acá? - dijo Diego.
- Hasta los 20 años, después me fui al pueblo, a trabajar. Ahí la conocí a Julia. Después me casé con ella.
Se quedaron en silencio mirando un gran árbol.
- ¿Eso es un ombú no?
Antonio asintió con la cabeza. - Cuando era chico - dijo Antonio mirando a un ombú que se erguía imponente y solitario en el centro del potrero - Cada vez que podía me hacía una escapada y me pasaba horas apoyado en el tronco.
- ¿Y que hacías ahí? ¿leías? - preguntó Diego.
- No, no me gustaba leer.
- ¿Entonces?
- Me hacía la paja - dijo Antonio con un tono tranquilo mirando el árbol.
Diego no dijo nada.
-¿Vos te haces mucho la paja? - continuó Antonio.
Diego soltó una risa.
-Ya no. Además estoy de novio.
-¿Y que tiene que ver? Sabés lo que daría porque se me pare, aunque sea durante 2 minutos.
-¿Qué? dijo Diego riendo.
- Nada, nada. Igualmente no te creo.
Diego rió otra vez.
Antonio miró en dirección al árbol, Diego hizo lo mismo.
- ¿Y que mas hacías a parte de... de hacerte la paja? - preguntó Diego.
- Ahí fumé por primera vez. Se lo había robado a mi hermano más grande. Esperé a que todos se vayan a dormir la siesta, me fui hasta el ombú y lo fumé entero. Cuando me quise levantar me caí de jeta al piso.
Diego rió.
- ¿Vos fumás? - preguntó Antonio.
- No - dijo su nieto - además si se entera mamá me mata. - A veces no entiendo porque me salió tan pelotuda tu mamá - Antonio hizo una pausa - Me fumaría uno.
-Bueno - dijo Diego - A veces fumo.
-Ya sabía - dijo Antonio -¿Tenés?
Diego sonrió.
-No, los tengo escondidos en el bolso.
-Pero nono… no le digas nada a mamá que fumo.
Antonio miró a su nieto y le dijo - Porque, ¿vos fumas?
Diego sonrió.
-¿Sabés lo que me gustaba mucho? - dijo Antonio.
-¿Qué?
- Ir a cagar al ombú.
Diego comenzó a reírse.
-¿Nunca cagaste al aire libre? - preguntó Antonio.
- En Buenos Aires es imposible nono. A parte yo no cago en otro baño que no sea el mío.
Antonio soltó una carcajada.
- A mi donde me agarra tengo que ir porque sino me cago arriba - dijo Antonio.
- ¿Qué feo no?
- Antonio hace un ruido de reproche con la boca. - Cagar al aire libre, es todo un tema.
-¿Como es a ver?
- El silencio, el horizonte, las vacas te miran serias, el viento te roza las bolas. - Antonio hizo una pausa - Lo único que me molestaba era que a veces uno que otro pastito te hacia cosquillas en el culo.
Ambos rieron.
Diego giró hacía el otro lado del camino y caminó unos pasos hacia la estanciera.
Antonio no se movió. Miró el ombú. Con el viento en la cara. En silencio.
-¿Me esperas un rato? - dijo Antonio rompiendo el silencio - Me voy a cagar.
-¿Adonde? - preguntó Diego.
- Al ombú
-Bueno, te espero en el auto. - respondió Diego sonriendo y agregó - Apurate.
Diego dio media vuelta, se puso los auriculares y dió play a su mp3 para seguir escuchando una canción de Sigur Ros que había bajado durante la semana por internet. Comenzó el regreso.
Antonio saltó la tranquera y comenzó su camino. Al llegar al árbol lo rodeó y se apoyó en el tronco. Luego se asomó por un costado. Vio que su nieto estaba sentado dentro de la estanciera. Volvió al mismo lugar donde se había apoyado. Miro hacia abajo e hizo 4 pasos, largos. Sacó un hierro del bolsillo del pantalón. Se sentó en el piso. Empezó a hacer un pozo.
A los pocos segundos escuchó el ruido, metálico, de una caja. La sacó. La abrió. Miro su interior. Lloró, despacito.




martes, 5 de junio de 2007

So... el papa vo?

SOPAPA: Afirmación en cordobés para nombrar a la maxima "autoridad" de la iglesia católica.